SUEÑOS EN DESUSO
Fatiga dobló en 18 de julio y siguió por la principal. Los pasos de los transeúntes repiqueteaban en las baldosas rotas. Calles todavía sin pavimentar, a pesar de las eternas promesas y el sol a pleno, pegando sin clemencia. Casi al llegar a la esquina de YÍ, Fatiga pudo divisar el barsucho. Entró y se topó con el clímax de la decadencia. Paredes llenas de humedad, un techo venido a menos. Mesas destartaladas que apenas podían mantenerse en pie como para albergar a los habitúes del lugar. Algunas sillas ni siquiera tenían respaldo y la firmeza de las mismas dejaba mucho que desear. Por lo menos le gustaba el mostrador; le hacía acordar a los viejos boliches a los cuales solía concurrir con el ya desaparecido Alfonso; fotos encuadradas de grandes equipos de Peñarol y Nacional, grapa y veteranos jugando al truco. Ya la nostalgia le había hecho piantar un lagrimón, cuando sintió el ruido de la puerta. Giró y observó a una mujer. ¿Sería ella? Cabellos dorados, ojos celestes que