REGLA DE TRES
Un intempestivo C surgió de la nada, arremolinando con furia la apacibilidad de ese martes cualquiera, en busca de delirios sin dueño. No sabía a ciencia cierta el deseo que lo perseguía. Carecía de pruritos o pudores, mucho menos solemnes preceptos morales; toda esa papelería del buen vivir solo le servía para limpiarse donde no da el sol. Guiado por una única regla basada en el culto a la adrenalina de violar el NO SE PUEDE, NO TOCAR, profanando códigos sacrosantos e hiriendo de muerte al políticamente correcto colectivo de las construcciones culturales. Torbellinos de brava tempestad, fija la idea de hacer trizas el prolijo esquema de los gerentes de la coherencia. Se soñaba electrocutado por féminas rapaces, señoras de magnetismo contagioso infectadas con necesarias dosis de picardía, un poco de ingenio, otro de inteligencia sensible. Tan carismáticas para vender hasta un buzón, como la perceptiva T ; mujer de personalidad propia, vocera de discurso elocuente, ema