CATARATA A FLOR DE PIEL
La despedida se aproxima, puedo olerlo, sentirlo en mis tripas que empiezan a revolverse en un mix de alegría por lo vivido y angustia por el final. Camino el pasillo del bondi por última vez y me recuesto contra la ventanilla. Faltan ruinas jesuíticas, y piedras preciosas y mitos guaraníes pero la cabeza no tiene retorno; se larga mi viaje interior e irá hasta las profundidades más hondas. Las imágenes pasean en mis adentros que ya son torbellinos de emociones tan imposibles de detener como esa garganta del diablo que perdurará en mi nostálgico sistema neuronal. Otra vez me gana la desmesura, los sentimientos pueden conmigo pero yo no puedo con ellos; me cubro la cara, trato de disimular el nudo en la garganta, por una vez en la vida quiero esconder lo que me pasa, fingir, aparentar; pero rápidamente percibo que es en vano ir contra la esencia del ser. Mientras la excursión padece habituales trabas burocráticas en migraciones argentinas se me escapa la primera lágrima que se mul