ESENCIA DEL SER DISCONTINUO
Vagando a través de la metamorfosis primaveral, el vándalo repelió disciplinas uniformes. Diseño, molde y pincel; versátiles colorinches merodeando curvas de electrocardiograma. Siempre ausente, deambulando en una nube de sueños precozmente adultos, se ubicó en el último asiento del salón y rezó para no ser divisado por la maestra de nariz aguileña. Crecían las uñas desparejas rasgando acordes de infiernos nacidos en barro barrial. Mintió con descaro aprovechando la incredulidad de sus tibios progenitores. Diatriba contestataria, horas de oleaje emocional, zurdeando entre mochilas descangayadas y porros felizmente prohibidos. Escarbó en su interior la tendencia hacia lo ANTI, mitigando el dolor existencial mediante pócimas insanas; ginebra a torrentes, sobredosis de tabaco nocturno, kilos de vacas muertas saltando entre las tripas. Fernando Cabrera fue dulce auto flagelo, pequeñeces cotidianas devenidas en trasnoche autodidacta. Páginas desnudas, radiales soliloquios porteños. Reuni