MISIÓN VOLVER
Rugen motores soviéticos a prueba de balas, de confiable andar; negras caderas zarandeándose en empedrados de añeja aldea. Difícil despojarse del sentimiento exacerbado, pensamientos atronadores asaltándonos sin aviso. Preso del agridulce sabor a ron, intento pegar la vuelta hasta el lugar de origen; grisáceo, de gesto adusto, carente de húmedas caricias. La aspereza del Cohíba penetra mi garganta frágil, adecuada a la suavidad engañosa del cigarrillo con filtro, químicos y demás porquerías; tan radicalmente opuesto a la naturalidad de aquel tabaco plantado, cosechado, cuidado y secado por manos obreras. La mente se niega al retorno; tentada por la poesía latente de frases simplonas, de poco vuelo, como poseída por el encanto de lo inmaterial. “La mejor comida es el hambre” asevera el campesino de mostacho prominente; “para conocer la realidad, hay que tocarla” enfatiza el taxista despreocupado, aunque esta sea una liebre escurridiza que al final accede y se empeña en mostrarnos c