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Mostrando entradas de abril, 2015

MISIÓN VOLVER

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Rugen motores soviéticos a prueba de balas, de confiable andar; negras caderas zarandeándose en empedrados de añeja aldea. Difícil despojarse del sentimiento exacerbado, pensamientos atronadores asaltándonos sin aviso. Preso del agridulce sabor a ron, intento pegar la vuelta hasta el lugar de origen; grisáceo, de gesto adusto, carente de húmedas caricias. La aspereza del Cohíba penetra mi garganta frágil, adecuada a la suavidad engañosa del cigarrillo con filtro, químicos y demás porquerías; tan radicalmente opuesto a la naturalidad de aquel tabaco plantado, cosechado, cuidado y secado por manos obreras. La mente se niega al retorno; tentada por la poesía latente de frases simplonas, de poco vuelo, como poseída por el encanto de lo inmaterial. “La mejor comida es el hambre” asevera el campesino de mostacho prominente; “para conocer la realidad, hay que tocarla” enfatiza el taxista despreocupado, aunque esta sea una liebre escurridiza que al final accede y se empeña en mostrarnos c

LA CALVA QUE BRILLA

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Promediaban mis 17 años cuando abrí aquel libro; sin saber que tal inconciencia adolescente violentaría radicalmente el paisaje. Brotaron portentosas bohemias deshilachadas, panfletos en defensa de causas propias y ajenas, hojas embargadas de amargas profecías, oscuros espejos devolviendo la peor cara de nuestra (in)civilización, sonrojándonos frente al saqueo de un continente. Arremolinados aires libertarios incrustando dagas punzantes en el corazón marchito del poder. ¿Como definir semejante menjunje de sol y luna, agua y aceite, día y noche? Pretenciosa como siempre, altanera como ninguna, la calva que brilla deseaba abarcar a la Historia en su conjunto, sin importar cuan inconmensurable pudiese ser esta última, importándole un bledo límites, jueces o críticas. Excedía las fronteras del encasillamiento al cual nos someten géneros plomizos o estereotipos siempre inoportunos; no era periodismo de investigación, pero tampoco ensayo, mucho menos ficción. Solo podía denominarse como obr

METALITERARIO

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No es la mano la que impulsa el bolígrafo, ni el dedo que presiona la tecla. Es el instinto visceral, el fuego del corazón, los vericuetos del raciocinio, una imperiosa necesidad catártica indagando en lo invisible. Explosión natural en pos del desbloqueo, hiriendo de muerte la represión, mandando al carajo empobrecedores lugares comunes, paseando los cinco sentidos, buscando ráfagas   de inspiración. No cicatriza las heridas, ni es antídoto contra el dolor abrir las ventanas que hacen tambalear las alamedas; son solo gozosos momentos de plenitud, tan extrema como efímera. Siguen ahí los coches rugiendo, wall street en movimiento pendular, feroces chimeneas penetrando cavidades pulmonares; sin embargo, como por arte de magia el mundo interno se detiene, la creatividad se abre paso sigilosa, sin demasiado aspaviento para no despertar al torbellino cotidiano que subyace en nuestras profundidades más oscuras. Sacudidos los cimientos de la monotonía, el producto en serie; atacada la rep