MIS ESPEJOS Y YO

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             Todos preferimos pantallas antes que caras. No nos interesa jugar a las adivinanzas con ese ser ignoto de carne y hueso que tenemos frente a nuestras narices en ese ómnibus mal ventilado porque decimos ser modernos cuando en verdad somos estúpidos.

¿Es posible encontrar vocación más transgresora que la de mirar a la gente a los ojos y sin parpadear hasta rozar el atrevimiento y la intimidación implícita? Nunca lo sabremos porque preferimos hacer sudar y repiquetear los dedos contra unos botoncitos táctiles y adictivos.

Mejor mantenernos inconmovibles con nuestras cabezas gachas antes que levantarlas con descaro para descubrir lo velado, antes que ponernos cara a cara y jugar al riesgo intuitivo, a sacar fichas, a las primeras impresiones, a rascar, rascar y rascar más allá de trajes y vestidos para así averiguar lo inaudito.

Podríamos, quizás, imbuirnos enteramente en el volátil divertimento de la retroalimentación con gestualidades y sin palabras pero estamos petrificados de Miedo al Otro y no queremos sentimos interpelados ya que nada odiamos más en el mundo que sentirnos interpelados.

 Devenimos autómatas prestigiosos, glamurosos, agiornados. Sin almas, pero con agendas. Autómatas de impertérrito gesto adusto que fingen prisas e inventan (eficazmente) todo tipo de cáncer y estrés. Autómatas auto percibidos y felizmente convencidos.

Siempre perseverantes en la admirable odisea de la pantalla hasta que vengan los derrames en la vista y se nos anestesien los músculos y se nos endurezca el cuello de tanto mirar hacia abajo y se nos atrofien las ideas de tanto refrito y tontera.

            Aquí estamos mis espejos y yo, de los que despotrico porque les temo. Y así como yo no quiero saber de sus vidas ellos tampoco quieren saber de la mía. No tengo la inquietud existencial de saber “quienes serán estos” porque no me importa nada de la interacción, ni de lo mutuo, ni de comunicarnos con las bocas, ni con los cuerpos, ni con las mentes, ni con las sensibilidades. Prefiero lo insensible y siento orgullo de mi maquinaria sofisticada. 

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