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Subió escalones malditos con desidia de lunes a las 8. Levantó la cabeza a regañadientes y estiró la mano en busca del papel saliente. Ya sumido en la modorra dantesca de los ocasionales compañeros de ruta, quienes acompasaban el ritmo cansino del motor, se percató de la precoz mirada perdida a través de uno de los cristales del fondo. Auriculares premeditadamente atronadores le hicieron perder noción de tiempo y espacio. Miró a los ojos con alevosía y sintió las gambetas de las retinas en carne viva; como si se tratase de un desprecio inflexible a la naturaleza de los humanos, como si les aterrara encontrar espejos fieles o feroces devoluciones a través de pupilas ajenas. Encontró cabezas unidireccionales, todas concentradas en la monótona forma del piso. Temores disfrazados de solemnidades. Se topó con risas contenidas, víctimas predilectas de la discretísima “uruguayés”. Adivinó una historia escalofriante en cada arruga, un deseo reprimido en cada par de anteojos con forma de culo de botella, cientos de inocentes disyuntivas en cada moña escolar. Gestos adustos de gabardinas grises, nudos de corbatas obsesivamente prolijos, zapatos demencialmente lustrados. Contra la corriente envolvente irrumpieron la guitarra, los payasos, el poeta. El batir de las palmas brillo por su ausencia en la confederación de almas ensimismadas, pero el optó por rebelarse ante el silencio sepulcral. Testigo del arco iris ausente, frunció el ceño ante cada semáforo en rojo. Renegó del lentísimo andar, la infructuosa búsqueda, los destinos clonados en el horizonte. Con la vista clavada en la plaza de la cotidianeidad, apretó el botón con vigor y descendió de la cascarria andante. Cruzó de acera con premura, insultó a un automovilista atolondrado y logró desprenderse del efecto contagio; esbozando una sonrisa amplia, notó que la sensación de hastío inagotable se le escurrió entre los poros. Reaparecieron  los signos vitales. Sintió las articulaciones descontracturadas, la mochila liviana, el andar fluido; dobló por la calle angosta de todas las mañanas e inició una carrera frenética en pos de climas tropicales, atuendos multicolores o vidas sin efectos colaterales de un ómnibus aletargado.

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