LAS CENIZAS DE BERTOLT BRECHT
Línea recta pululando en los alrededores de figuras rabiosas con triple candado, ausentes posibilidades de reinvención y enriquecimiento ilícito. Reproducción eterna de lo plomizo, desembocando en el hastío, requiriendo sanación de duendes verdes, dadores de magia que asoman ante el deseo ferviente en la abolición de imágenes intachables, abriendo el sendero del equívoco, bastardeando la necedad de la seudo perfección. Recuperado poco a poco el instinto salvaje, sin atisbo de represión latente en el alma libertina, nuevos viajantes dispuestos a resbalarse en las turbias aguas de lo desconocido; disfrutando la virtud de corazones a telón abierto, conviviendo con el defecto congénito. Florecientes misiones autodidactas incluso cuando las montañas parecen imposibles de escalar. Evitando la obscenidad del narciso, aunque concientes de las capacidades del intelecto, avanzan los Antónimos entre la multitud de muertos vivientes; testarudos frente a la prueba del desencanto cotidiano, rebelándose ante manadas de dóciles animales de circo. Filántropos multicolores embisten sin parpadear, lidiando con los miedos que taladran el hipotálamo, asesinando a sangre fría parvas de lugares comunes que nos corren desde atrás. “YO” transgresor a pesar de las dagas incrustadas en la piel, intacto el gigantesco niño interior, inquietante a cada paso, naturalmente voraz. Toma carrera el milagro creativo, la capacidad de imaginar los intangibles. Menjunje de sabroso eclecticismo sobrevuela un infierno terrenal con palabras agraciadas y líricas melodías zafando del embalsamamiento, desprendiendo lágrimas de la retina, agitando reflexión, sacudiendo la modorra de los que ni siquiera se permiten la sonrisa. Impermeables a designios de panfletos aggiornados, retazos de bohemia deambulan por los pasillos de una sala abandonada, enarbolando banderas de pensar ambivalente, clandestinas luciérnagas, faros intrusos en horizontes oscuros. Sometidos los seres domesticados ante la imponencia del hombre nuevo; horda de fieles promiscuos, entregados mansamente a la avidez típica de un infante maniático, loco por descubrir el más allá de lo visible y lo palpable. A la expectativa de nuevas dimensiones que osen llamarse prohibidas, desafiando las leyes de la gravedad, derrumbando mitos arcaicos. Torrentes de historias, llenas de mentira y verdad; descolocado el ubicado, entretenido el solemne, alborotado el monaguillo frente a la insolencia atronadora de la impronta.