MEA CULPA DE UN IMBÉCIL


FOTO: marcokap.blogspot.com
Querido Leo. Sin preámbulos quiero decirte que soy uno más. Fui uno de los tantos que alguna vez, en medio de la vorágine que despierta esta picadora de carne imposible de frenar, te gritó “pecho frío”, “solo juega en el Barcelona” u otras tantas gansadas dignas de un subnormal que no sabe valorar lo que tiene ante sus ojos hasta que lo pierde. Es que desde chiquito amo el juego del fútbol enano y, más allá de la pasión que todos tenemos por alguna camiseta, jamás vi a nadie como vos adentro de una cancha. Sin embargo, igual que tantos otros charlatanes de feria que andan en la vuelta te cuestioné y hasta puse en duda tu hombría simplemente por no poder levantar una copa con tu selección, habiendo levantado tantas con el club de siempre. Hoy, pasadas algunas jornadas de tu nueva frustración y bastante más frío, refelxiono en voz alta y creo que, tal vez, la causa de mi extrema imbecilidad haya sido lo inconmensurable de mi deseo; créeme que no lo esbozo a manera de justificativo porque la idiotez nunca tiene excusa posible. Pero lo mucho que deseaba que pudieses sacarte esa espina que tanto te lastima me hizo caer en la tentación del juicio apresurado, digno de un atolondrado forista de internet que tilda de “perdedores” al resto pero no aclara en que radica su mote de “triunfador”. Sé que caí en el pecado de los mercenarios de micrófono, saco y corbata; sin querer, desde la comodidad del sillón, control remoto en mano y en el transcurrir de la batalla futbolera del domingo, me convertí en lo que tanto desprecio aunque sea por un instante. Alimentando  la lógica perversa de los cebollitas subcampeón, los primeros perdedores y otros nefastos lugares comunes. Lo tengo claro y por eso hago esta suerte de catarsis que me hace sentir más liviano aunque no me vayas a leer. Soy uruguayo enano y, honestamente, no me cambia la vida si mis queridos hermanos del Rio de la Plata pasan 10, 20 o 30 años más sin ganar un torneo; solo que como amante de este hermoso deporte, al que han intentado matarle la esencia durante tanto tiempo, me resulta imposible imaginar una copa del mundo sin uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, cuando este solo va a tener 31 pirulos y seguirá, no tengo dudas, en plena vigencia futbolera. Me niego a ver un mundial en esas circunstancias y creo que, a pesar de mi imbecilidad, no merezco semejante castigo. Así que nobleza obliga Leo; consumado el segundo puesto, las lágrimas de la derrota y esta despedida pasajera de tu querida celeste y blanca, hoy soy consciente que no necesito verte levantar ninguna copa. Solo te ruego encarecidamente que dentro de dos años cuando la pelota empiece a rodar en Rusia, no prives al mundo de tus gambetas indescifrables y pases quirúrgicos por culpa de nosotros, LOS IMBÉCILES.   

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