MOLDE SIN MOLDE

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No hay estructura, solo desorden, prima el caos frente a la beligerancia de la pureza académica, la corrección política, el establishment literario compungido por carencias de una sintaxis naufragando en el intento de la organización paralizadora de genios inquietos. Maldoror reencarna en otra latente oscuridad montevideana, de esas que nacen en barrios paquetes donde relampaguea el confort aburguesado del canalla progre que pide clemencia para los vencidos disfrutando las mieles de los vencedores. Puntos, comas, mayúsculas, minúsculas, artículos mal encausados, todo se confunde en los jardines desencantados del fuego sangriento, rebalsando una parva de corazones pecaminosos encargados de avizorar esquizofrénicos esnobs en el horizonte, siempre listos para la corrección de estilo, la señalada falla lingüística, combatiendo a esos benditos agramaticales nauseabundos que transgreden las reglas en una búsqueda estéril del esquivo talento Montmartre. Mal afrancesado vuelvo a afrancesarme una y otra vez sin que me corresponda el glamour, con rabia dialéctica parida en el siglo XIX durante los amargos claveles de las revueltas lógicas, viajo por las alturas vertiginosas, aterrizando forzosamente en el mundo de los 2000, más célebremente uruguayo que nunca. Soy gusto, tacto, olor, vista, todo entreverado y sin parámetros opresores; letra sangrante emanando del agujero del culo que rompió Rimbaud, arte enclaustrado en la grismente soleada torre de marfil, allí donde el poeta malherido fuma un cigarrillo atrás del otro esperando el ocaso, atormentado por el mazazo de la desgracia tan ajena como propia. Llora sin lágrimas, callado, resistiendo  las crueldades de la apariencia borrascosa, debatiéndose ensimismado en los laberintos de la interioridad hecha despojo. Ególatra y cooperativo no logra encontrarse en los espejos de modelos ostentadores de Civilización. Representante orgulloso de la extrema Barbarie cuyo único deseo es profanar simbologías de la coherencia, pertenecer a donde ningún otro de esta raza podrida pertenece. Se niega a recorrer los caminos conducentes a pesar de conocerlos sin excepción y padece su enfermedad adictiva en formas de géneros epistolares, cantos épicos, poesía surrealista, revoluciones  ultra violentas de puño y letra. Antihéroe medieval habitando los círculos infiernales de la lucidez adquirida mediante esa angustia imposible de esconder, en plena posesión de su más cruda auto marginación a consciencia. Piensa esta punzante letanía en ausencia del discernimiento, ya nada le importa la comprensión lectora, que lo entiendan, que lo descifren. Apela indecorosamente al sentir desmesurado, enemigo acérrimo de la razón, ese que se esconde en lo más hondo de unas pocas almas hirvientes.   

                                                            @naturacontracultura 2012-2018

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