ENCARNACIÓN DE LA UTOPÍA
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Match Point 3. El público
delira presagiando final feliz para el inoxidable héroe de esta película que
no deja de reinventarse. Primer saque adentro y una escena surrealista en el
horizonte. Allá va el inconsciente hacia la red por enésima vez en el día,
igual que un toro enceguecido; la volea deliciosa a cuestas y tras ella esa
bendita pelotita amarilla, gira que te gira, en cámara lenta como una moneda al
aire. La imagino viajando rumbo a ese rincón inalcanzable donde duermen las arañas
como decíamos en los picados de Fobal Apasionado y Amateur. Ambos adjetivos le
cabrían a este pedazo de subnormal que se niega al ocaso, a este experimentado
pendejo de casi 38 que después de dos
décadas en el cielo tenístico y cuatro años de ausencia en el polvo de ladrillo
francés todavía vibra, anhela lo imposible, persigue lo improbable, va de
frente hacia un choque casi seguro contra el reloj biológico. Las décimas de
segundo se eternizan en el imaginario colectivo, igual que su nombre en los
pedestales deportivos de la inmortalidad, casi tanto como esa poética raqueta
en millones de retinas. Los bellos milagros que soñaba el Indio en canciones se
sublevan ante el paradigma hegemónico cuando, por fin, esa guinda aterriza bien
pegadita al fleje para alegría de los románticos. Después de tres horas y pico
batallando el hombre levanta los brazos ante la ovación estruendosa del estadio
Suzanne Lenglen que permanece atónito ante tamaña proeza. No la proeza de otra
semifinal en Roland Garros, ni la de sus records imperiales, tampoco la de ser
un viejito con músculos caídos en época de purretes con abdominales marcados;
sino la del SAQUE Y VOLEA contra la
ciencia, contra la evidencia empírica, contra esa lógica moderna cuyo primer axioma
es que la tierra anaranjada es solo para gauchos bravíos dispuestos a peloteos
interminables desde el fondo de cancha. Pero él siempre obstinado ante las
máximas, desafiante ante incontrastables verdades de Perogrullo, fuera de tiempo y espacio; como si en vez de ensuciarse
las medias en la lenta arcilla parisina de junio, estuviese flotando sobre el
veloz césped londinense de julio. Esta vigencia inexplicable de su testarudez
encarna la destrucción del dato frío, de lo meramente cuantitativo, de la
altanería “positiva”. En el mundo quijotesco de Don Roger toda aspiración al
pragmatismo duro será anulada con la impronta de aquel que juguetea por amor y
hechiza por instinto. Metáfora acabada de nuestra utopía terrenal, victoria
rotunda de lo artísticamente sublime sobre la matemática boba.
@naturacontracultura 2012-2019
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