REINA DE LA CORONA


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Psicosis, psicosis, psicosis. Aún con la pena a cuestas por los hostales recién cancelados y el viaje que nunca fue, busco desesperadamente un oasis de inmunidad en este encierro alienante de TV, mate individualizado y bizcochitos de grasa. Están apagadas las chimeneas, despotrica el empresariado porque la Bolsa cae y no porque los empleados desfallecen. Solo el horror generalizado es capaz de sosegar nuestra vorágine colectiva para darle un paso efímero a la reflexión. Hoy no laburo, ni consumo, ni levanto la mano en clase. Cuido como poseso a los adultos mayores que me parieron y me enseñaron lealtad, mientras el infectólogo mediático ya forma parte integrante de mi cotidiana postal familiar. Hago uso y abuso de mi responsabilidad ciudadana; voy caminando hasta el súper  de barbijo y, casi sin permitirme respirar, puteo de lo lindo a las viejas voraces que no dejan ni un solo bidón de agua sin gas en la góndola del fondo. Hoy el reloj es un pesadísimo costal de arena endemoniada, el tiempo sufre acompasado al ritmo cansino de un mundo literalmente enfermo que propaga, propaga y propaga; las hormigas de la inquietud se zarandean frenéticas entre los rincones de mi carne putrefacta, perversión andante, morbo perpetuamente desatinado.

         Finalmente la tele en silencio, los ministros ausentes, el alcohol en gel reposando sobre el estante del cuarto de baño aunque sea por unos instantes y la biblioteca, más abandonada y desolada que nunca, reclamando un pedacito de amor entre tanta oda al apocalipsis. Observo el marcador fluorescente justo en la página 69 de aquel libro indescifrable y repentinamente una erección en aumento potencia el resistente virus de la imaginación. La veo, la toco, la palpo; exponiéndome, sin percatarme, a la más sabrosa de las patologías, aquella que no conoce de límites o fronteras, aquella que enarbola la ley de lo etéreo y que se desvanece ante la materialidad. Es una edición limitada, coqueta sin proponérselo…pasajera desnudez campechana adornada con enormes tacos rebosantes de promiscuidad. Mujer de silencios elocuentes porque el que calla siempre otorga y porque a ella siempre le gusta de tacos. Aparente timidez personificada disfrazando la cúspide de un volcán eternamente en erupción. Paradoja de la sensualidad creada entre Oriente y Occidente. Distinguida dama del autocontrol emanando seductores aromas a tigresa descontrolada, acuífero de fuego incandescente saltando a través de las curvas indescifrables de mi cerebro que elucubra sin cesar. Un lujurioso enchastre de palabras derrotan, por fin, al tedio miserable, el temor metamorfosea en atrevimiento y la fealdad del bicho omnipresente deviene en tenues melodías de poesía corporal. El arte como artificio naufraga empapado con sus sabrosas regaderas de naturaleza sangre; Coronavirus ayer, Reina de la Corona hoy. Casualidad y causalidad, fantasía y realidad, vida y literatura.  

                                                                            @naturacontracultura 2012-2020

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