ACTO REFLEJO DE LA JUVENTUD

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          La juventud no es un preámbulo. Tampoco un libro de auto ayuda. La juventud no es una actitud frente a la vida ni un destino marcado, ni mucho menos una postura juiciosa. No se trata de una alevosa y premeditada estrategia para disimular canas, peladas, estrías o penes flácidos. Sepa que no hay crema anti arrugas, ni cirujano estético, ni reconstrucción vaginal que pueda devolverle a su persona el chisporroteo extraviado en las encrucijadas traicioneras del camino.

¿Qué es la juventud entonces? Un segundo, un momento, una respuesta que se sale de libreto, un chiste negro en momentos de congoja. Una acción involuntaria del inconsciente ajena a las cédulas de identidad, los pasaportes, las declaraciones juradas, las credenciales cívicas y los regímenes frugales; un instinto desaforado chocando de frente a la esquemática decrepitud que acecha, ráfaga mágica  que se rebela frente al letargo prolijo y sistematizado de la vida boba. La juventud es Dalí, Mallarmé, Bukowsky y Poe. Es, lisa y llanamente, una puta encantadora y voraz que no lo hace por dinero, sino por amor, gloriosa e infiel por naturaleza, eterna fugitiva condenada a la paradoja de vivir menos pero más.

No es buena ni mala porque no se deja encanutar en el placard de los rótulos, sino que se despliega a través de los cielos satánicos y permanece atenta a la imprevisibilidad del libre pensador. Ante cada estímulo del mundo exterior esta zorra impúdica renueva votos paganos, deseos inapropiados y ocurrencias indebidas; las estadísticas indican que la tan mentada juventud eterna tiende a la esquizofrenia del linyera y es incompatible con  la cultura del control. Carece del don de la predicción ya que nunca sabrá a ciencia cierta cuál será su reacción inmediata a los acontecimientos. Todo depende de la irrepetible acción-reacción, de lo que disponga la sensibilidad fugaz, el genio endiablado, el parecer volátil y la arbitrariedad de su desmesura.

Cuidado que la juventud también piensa y cuestiona, aunque no por ello pierde la desvergüenza de la palabra instantánea y gracias a tan exponencial repentización hace lo que dice sin dudar. Es un verso efímero, una melodía vivaz, un retrato inacabado, un polvo inesperado, un taquito innecesario y arriesgado en área propia o esa cerveza que jamás pedirían los moderados, conscientes de que en esa última rubia está la delgadísima línea entre ecuanimidad represora y borrachera libertaria. La juventud te encadena al dispositivo sensorial que naufraga entre el dolor y la dicha; es tan solo un acto reflejo que consiste en no renunciar al juego, aunque las circunstancias y la patria así lo demanden.  

                                                      @naturacontracultura 2012-2021     

                                              

             

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