PERVERSAS (I)LÓGICAS DEL TIEMPO

             

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                Tic tac tic tac. La pared húmeda me devuelve una imagen indeseada. Trato de no mirar, pero ese aparatejo obsoleto con agujas descangalladas escupe el triste reflejo de una realidad cruel. Son las 16:23 del 23 de febrero del 2021 pero…tic…tac…tic…tac. La vi ayer y ahora “ajoderse y aguantarse”, a bancar estoico el chaparrón sensiblero hasta el reencuentro. El problema no se reduce a lo que efectivamente es o al extrañamiento aquí y ahora; sino también abarca el proyectar lo que serán esos diez días de abstinencia forzada. Me pregunto quién fue el papanatas que aseveró con vehemencia impostada que “el tiempo es uno solo”.

Negativo, ilustrado señor. Usted es un escéptico que seguramente nunca sufrió la lejanía circunstancial de un amor inesperado que se metió a través de sus poros, le irguió el pene con apenas un roce casual y le puso la piel de pollo, gallina y chancho rengo. En mi caso particular desmiento rotundamente lo de las cosquillas en la panza así como afirmo sin dudar lo de los ojos estrábicos y perdidos en la nada ante la endeblez espiritual que provoca dicha ausencia. Claro que su señoría no sabe nada de esas tiernas miradas de cordero degollado que añoran las caricias de su hembra impostergable. Ya le va a tocar a usted padecer la punzante falta de la amada (en la cama y fuera de la misma) y ahí lo quiero ver disertando sobre linealidades perfectas, lógicas impenetrables y estados permanentes.

            ¿Por qué si la semana pasada de playa y excesos pareció una exhalación, este fragmento incompleto de martes laboral se transforma en la eternidad? Ticccccccc……….tacccccccccc. Los reyes de la originalidad van a reclamarme que el tema del paso del tiempo ya está muy gastado en los manuales de la literatura universal. Que me reitero, que redundo, que atraso. Patrañas. “Que la suden”, como canta Extremoduro. Esta parsimoniosa hora, más tediosa que ninguna otra, es diferente a todas las habidas y por haber en los mapas inconmensurables de la historia. ES MI HORA PARTICULAR. Ni la de Lorca, ni la de Cortázar ni la de Chejov. Ninguno puede siquiera imaginar lo que pasa en mi manicomio interior en este atolondrado instante.

Durante este segundo intransferible de mi reloj pulsera la maleable teoría literaria se remodela cincuenta veces consecutivas, las banalidades de los críticos se desvanecen (afortunadamente), las incertezas explotan, el raciocinio de la convicción intelectual escasea como el agua en el desierto de Atacama. Yo muero y vuelvo a nacer en 18 oportunidades, pero todavía las agujas ni siquiera señalan la llegada de la noche. Despacio, comedido, lento, dilatado, cuasi pachorriento y, paradójicamente, sin una línea medianamente apacible que me sostenga el coraje de macho cabrío y narcotice tanta ansiedad. Inestable hasta la aspereza.

            Esta nostalgia perseverante me lleva al exacerbamiento de lo cansino y no tiene nada que ver con Cervantes. Este Nada Hidalgo Caballero soy yo y no requiere ningún Sancho Panza; es de esta época y no del siglo XV. Es viviente y no imaginario. Es palpable y no intangible. Solo quien les habla puede sentir el rigor de esta falta femenina, de su cuerpo bien parido, de su alma colorida, de su llama incandescente. La siento yo y solamente yo y…ticccccccccc…………….tacccccccc. Engorroso, pausado, sosegado hasta el desasosiego de Pessoa continua su agónica ruta el cronotopo de mi espera amorosa. 

            Mientras tanto, sigue siendo martes. Las relojerías cerradas hasta nuevo aviso, una parálisis abrumadora ganando la escena, se posterga la insolencia del cielo estrellado, travesuras de mocoso hilarante brillando por su ausencia, el aroma a jazmín se marchita en mi nariz llena de mocos verdes y el automatismo de mi oficinista boicoteador se multiplica en la rigidez de un disco duro que no atina a pensar nada más. Que no quiere pensar nada más.

Entonces seguirá siendo martes por ocho semanas seguidas, cinco años, cuatro siglos. Y a pesar de los incrédulos, los ateos y los dudosos irreversibles, transcurrirán mutantes los ciclos, periodos e intervalos; todos iguales y mañana todos distintos. Con dobles caras, vertientes falaces, facetas de antifaz. Será relativo el absolutismo matemático a pesar del rostro indignado que ponga la erudición.

Y finalmente, después de casi dos milenios completos el calendario marcará viernes 5 de marzo del 2021; entonces retornará el desparpajo, el almíbar de la cursilería, la salvaje suavidad, la apretada unión de los torsos, las manos entrelazadas, lo enteramente procaz, los flujos desparramados por el piso, la ropa interior manchada a mas no poder, las protuberancias encendidas o los intensos olores corporales.

            Y allí como por arte de magia los días se convertirán en décimas de segundo; raudos, veloces, meteóricos, invisibles. Aterradoramente invisibles ¿Y el tiempo? Y el tiempo seguirá en su desesperante letanía bipolar. Inalcanzable, escurridizo, carente de sólidos argumentos tranquilizadores Oscilante hasta el hastío. Fatalmente tortuoso. Recordatorio de nuestra condición perecedera de amantes carnales. 

                                                                    @naturacontracultura 2012-2021  

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