PERVERSAS (I)LÓGICAS DEL TIEMPO
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Negativo, ilustrado señor. Usted es un escéptico que
seguramente nunca sufrió la lejanía circunstancial de un amor inesperado que se
metió a través de sus poros, le irguió el pene con apenas un roce casual y le
puso la piel de pollo, gallina y chancho rengo. En mi caso particular desmiento
rotundamente lo de las cosquillas en la panza así como afirmo sin dudar lo de los
ojos estrábicos y perdidos en la nada ante la endeblez espiritual que provoca dicha
ausencia. Claro que su señoría no sabe nada de esas tiernas miradas de cordero
degollado que añoran las caricias de su hembra impostergable. Ya le va a tocar
a usted padecer la punzante falta de la amada (en la cama y fuera de la misma)
y ahí lo quiero ver disertando sobre linealidades perfectas, lógicas
impenetrables y estados permanentes.
¿Por qué si la semana pasada de playa y excesos pareció
una exhalación, este fragmento incompleto de martes laboral se transforma en la
eternidad? Ticccccccc……….tacccccccccc. Los reyes de la originalidad van a
reclamarme que el tema del paso del tiempo ya está muy gastado en los manuales
de la literatura universal. Que me reitero, que redundo, que atraso. Patrañas. “Que
la suden”, como canta Extremoduro. Esta parsimoniosa hora, más tediosa que
ninguna otra, es diferente a todas las habidas y por haber en los mapas inconmensurables de
la historia. ES MI HORA PARTICULAR. Ni la de Lorca, ni la de Cortázar ni la de Chejov.
Ninguno puede siquiera imaginar lo que pasa en mi manicomio interior en este atolondrado instante.
Durante este segundo intransferible de mi reloj
pulsera la maleable teoría literaria se remodela cincuenta veces consecutivas,
las banalidades de los críticos se desvanecen (afortunadamente), las incertezas
explotan, el raciocinio de la convicción intelectual escasea como el agua en el
desierto de Atacama. Yo muero y vuelvo a nacer en 18 oportunidades, pero todavía
las agujas ni siquiera señalan la llegada de la noche. Despacio, comedido,
lento, dilatado, cuasi pachorriento y, paradójicamente, sin una línea
medianamente apacible que me sostenga el coraje de macho cabrío y narcotice
tanta ansiedad. Inestable hasta la aspereza.
Esta nostalgia perseverante me lleva al exacerbamiento de lo cansino y no tiene nada que ver con Cervantes. Este Nada Hidalgo Caballero soy yo y no requiere ningún Sancho Panza; es de esta época y no del siglo XV. Es viviente y no imaginario. Es palpable y no intangible. Solo quien les habla puede sentir el rigor de esta falta femenina, de su cuerpo bien parido, de su alma colorida, de su llama incandescente. La siento yo y solamente yo y…ticccccccccc…………….tacccccccc. Engorroso, pausado, sosegado hasta el desasosiego de Pessoa continua su agónica ruta el cronotopo de mi espera amorosa.
Mientras
tanto, sigue siendo martes. Las relojerías cerradas hasta nuevo aviso, una
parálisis abrumadora ganando la escena, se posterga la insolencia del cielo
estrellado, travesuras de mocoso hilarante brillando por su ausencia, el aroma a
jazmín se marchita en mi nariz llena de mocos verdes y el automatismo de mi
oficinista boicoteador se multiplica en la rigidez de un disco duro que no
atina a pensar nada más. Que no quiere pensar nada más.
Entonces seguirá siendo martes por ocho semanas
seguidas, cinco años, cuatro siglos. Y a pesar de los incrédulos, los ateos y
los dudosos irreversibles, transcurrirán mutantes los ciclos, periodos e
intervalos; todos iguales y mañana todos distintos. Con dobles caras,
vertientes falaces, facetas de antifaz. Será relativo el absolutismo matemático
a pesar del rostro indignado que ponga la erudición.
Y finalmente, después de casi dos milenios completos el
calendario marcará viernes 5 de marzo del 2021; entonces retornará el
desparpajo, el almíbar de la cursilería, la salvaje suavidad, la apretada unión
de los torsos, las manos entrelazadas, lo enteramente procaz, los flujos
desparramados por el piso, la ropa interior manchada a mas no poder, las
protuberancias encendidas o los intensos olores corporales.
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