LA LETRA Y LOS AXIOMAS

        

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        Usted escriba. Lo espera un precipicio de brazos abiertos, con las palmas de las manos hacia arriba y un montón de espinas en las yemas de los dedos. Se avecina un vuelo de alto riesgo donde flamea la bandera de la incertidumbre y partirse los huesos será una fija, donde no habrá alerón o tanque de gasolina que aguanten, donde se destruirá de raíz el basamento de la fabula cotidiana a la que usted llama
vida real

         El día que inicie este periplo en forma de manuscrito usted pondrá coto al diálogo civilizado, a la comunicación razonable, al lugar frecuentado y a la complacencia por la complacencia misma. Cuando por fin de rienda suelta a esa birome maldita, el combate contra el enano fascista que habita sus adentros se convertirá en estilo de vida. Ese enano, perseverante en el auto boicot, será el objetivo de todos sus misiles, bombas, piedras o espadas samurái.

Dele nomás. Sin buscarle la quinta pata al gato y apueste a la liviandad del que no tiene nada pa’ perder. Haga el favor de no idealizar a inservibles de paladar fino y diviértase que no hay divertimento más serio. Déjese de pudores cuando quiera burlarse del concepto instaurado y rompa por el puro placer de romper si lo considera necesario. Solo si lo considera necesario

Acepte con estoicismo enfrentar sus fantasmas arraigados y sepa que no habrá sensaciones plácidas a la hora de la pelea; sino un volcán descubriéndole el sentido trágico de la existencia y atormentándolo a cada paso del camino. Allí arranca el segundo tiempo, el revés oculto de esta trama que hasta hoy le resultaba tan amena y cordial.

Sea corajudo, Estimado. Escriba sin miedo al desatino que no se trata de establecer categorías, ordenar coherentemente  la narración, ser estudiante de nivel terciario o aspirar a reencarnación del “boom” latinoamericano. Le hablo de una escritura no apta para fetichistas de las certezas. Si quiere certezas hágase un curso de geometría a distancia, memorice feriados patrios o calcule cuantos kilos de papa se necesitan para la tortilla pero sepa  que para cocinar esta tortilla a fuego lento  usted va a tener que romper un sinfín de huevos. 

Va a tener que morir y nacer infinitos millones de veces. Va a verse en el brete de patinar sobre suelos con musgo donde caer y levantarse será una constante. Por ende, si a usted lo que le gusta es tener razón o permanecer en estado tediosamente inalterable no venga por estos lares porque se va a llevar un chasco de aquellos.     

Ahora bien. Si usted no teme que caigan sus anillos preciosos, escriba nomás y pobre del iluso que se coma el cuentito de la alegría bobalicona. Mirarse en el espejo jamás es gratis, incipiente autor de sueños inconvenientes. Nada es gratis en esta vida perra. Ni el descubrimiento inherente a la letra, ni un argumento averiado, ni este sentir insistente que repiquetea y pide salir, ni la perpetua reelaboración de la anagnórisis, ni tampoco este reconocimiento aterrador que lo va a perseguir hasta abajo de la cama. 

Le van a sobrar anticuerpos cuando lo venga a contagiar el virus de la felicidad acomodaticia que seguro va a mirarlo con cara de mosquita muerta buscando que vuelva a pisar el palito. Le va a pedir que se arrime al fogón, y  cambie de formato para unirse al berenjenal de los dichosos, y le va a alimentar el ego sin razón, y va a hacer alabanzas de los amoldados; sin embargo, a esa altura del partido ya no van a poder con usted porque usted va a ser un cautivo más del amor hecho triza empapelada y se negará terminantemente a caer en la trampera como zonzo de pizzería. Llegado el caso, podrán robarle hasta los calzoncillos pero nadie podrá robarle su pragmática abstracción.   

Claro que el que avisa no traiciona. Cuando ponga a rodar su caligrafía inquieta libérese del anhelo por desembocar en la conciencia tranquila o el cutis sin arrugas. Se le va arrugar hasta el órgano reproductor cuando confronte al papel en blanco; aunque en el fondo de esa esquiva frase subyacente se va a endurecer en la ternura como pregonaba el delirante guerrillero. 

¿Y todo para qué?  Va a indagar el gurú del marketing  y la ingeniería de sistema. Y en ese momento usted estará tan embebido por la borrachera que por primera vez no lo asaltarán las dudas. Entonces usará el plural de la primera persona y contestará con desdén: para soltarnos definitivamente de los falaces guitarreros y pegotearnos al guitarrero de estirpe. Para arrimar al fogón del errante espejo propio y dispararle a los cien mil espejos pulcros y ajenos.

Escriba señor. Escriba a cara de perro, con rostro de pocos amigos, sin elucubrar desde el vamos finales convenientes; deje ser a sus páginas más lúgubres, destápelas, quíteles la cobija, pruebe de una vez la ligereza en el equipaje porque la ficción es verdad pero la mentira es cansadora. Agota el físico y más aún la media neurona. Entonces cuando  la media neurona le grite basta de patrañas, busque lápiz, pluma o teclado y siga escribiendo que no hay tratamiento terapéutico más eficaz para lograr una autodestrucción conducente a la devastadora sanación. No existe diván psicoanalítico, dibujito gestáltico o coaching de la life que le vaya a sacudir tanto los cimientos como mirarse en el reflejo sombrío de sus versos crudos.

Menoscabe premisas y tips con el loable fin de evaporar los techos o al menos morir en el intento por evaporarlos. Salga del honorable receptáculo y maldiga a su otro yo fanfarrón que hay flor de Naturaleza Viva allá afuera esperando por usted y sus inoportunas necedades juveniles. Sea tenaz en el propósito de ridiculizar al palabrerío exterior, ignore la casuística y lance su mejor escupitajo flemoso sobre fórmulas venerables, no sin antes rapiñarse alguna que otra idea como al pasar. Llegado al desenlace permanezca en su tozuda desprolijidad y cierre el círculo vicioso como Lucifer manda. Agarre este cachivache anti doctrinario, haga una gran bola de papel con el mismo y arrójelo en el contenedor más cercano.     

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