OTRA PARADOJA NAVIDEÑA



La medianoche me sorprendió con los ojos brillosos, el caminar tambaleante, la mano izquierda sosteniendo el vaso ya legendario. Rancherío de Villa Española, testigo incondicional de las noches de 24. Primos y tíos de sangre, corazón, alma. Otros exclusivamente de sangre, muy a pesar de los pesares. Los viejos, la hermana. Los de siempre. La verdadera familia de 4 que me tocó en suerte, y que al mismo tiempo elegí. Listo para sumergirme en los sueños que una vez descubrí en ese mostrador malviviente, engañé el estómago con una pata de pollo a la parrilla, algún que otro choripán y litros de cerveza que aún hoy repiquetean en mis entrañas. Cuetes, bulla, abrazos sentidos y fingidos. Religiosos furiosos, escépticos irremediables. También los que prefieren quedarse a mitad de camino entre Dios y el Diablo. Zurdos reventados, fachos recalcitrantes. Viejos y niños. Pureza de una criatura esperando ansiosa por Papá Noel. Arrugas marcadas a fuego por el desengaño. Peripecias que vendrán. Reflexión crítica, discusión subida de tono, ironía al por mayor, chistes malos, anécdotas repetidas, miradas que matan, sonrisas que dicen sin decir. Todos sentados a la misma mesa, reivindicando el ser diverso, haciendo apología de la heterogeneidad. Unidos por la incertidumbre del futuro que acecha sigiloso.  Deseos de felicidad, esperanza latente, nostalgia renovada, abuelos omnipresentes en la ausencia, rencores palpables, amores indisimulables. Otra navidad que se va extinguiendo en esta dulce y amarga paradoja sin final.

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