UN LEGADO IMPERECEDERO


Sepa el lector que este no es un relato objetivo, ni que se pueda encasillar en géneros literarios. No es narrativa, ni poesía, ni ensayo, ni monografía; tampoco tiene un hilo conductor, ni pretende tenerlo. Cuentan los eruditos que para escribir te tiene que nacer, sentir una profunda vocación por lo que estás plasmando en el papel o sentir necesidad de hacer catarsis, descargar tus emociones en forma de letras. Ambas hipótesis son cien por cien verdaderas; sin embargo, en este caso las diferentes voces literarias se confunden. El narrador quiere derramar sangre en el papel, transformar el dolor en creatividad; mientras que el autor siente una imperiosa necesidad interior de que los pocos que lean estas líneas sepan quién es el personaje de este cuento que perdurará en la retina, el corazón y la memoria de muchos. Vale la pena decir que hay relaciones que encuadran perfectamente en un blog que se jacta de contracultural: ¿existe algo más a contramano en la sociedad de hoy que una amistad excediendo las épocas, los tiempos, la falta de frecuencia en el encuentro?...¿no es acaso revolucionario en los tiempos del “use y tire”, del descarte, ver a dos tipos que están uno, dos o tres meses sin verse y cuando sucede el reencuentro parece que nada hubiese cambiado entre ellos?...La magia perdura, el diálogo fluye igual que cuando eran liceales, las miradas cómplices hablan por sí solas y el cariño inconmensurable se respira en el aire, mientras la cerveza cae en abundancia sobre las jarras congeladas. Es redundante decir que el personaje en cuestión deja un legado en todos los que lo amamos de una u otra manera; soy testigo privilegiado de su metamorfosis kafkiana, viajando del pelo largo a la calva brillante y del adolescente mujeriego al padre ejemplar, supe disfrutar todas sus vetas antagónicas. Porque más allá de guardar los sentimientos más hondos en un rincón cuasi inabarcable y de poner cara de póker cuando su interior pide contención a gritos, él no puede engañarme; nunca necesite de una palabra para adivinar su felicidad, su tristeza, su ira o su plenitud. Fue una chica de sonrisa franca y mirada transparente la que logró meterse dentro de esa cáscara impenetrable que relucía hacia el afuera; desarmándolo poco a poco hasta sacar lo mejor de su ser. A mí nadie me lo contó; lo vi crecer, hacerse hombre, madurar a base de tropezones. Temperamental como pocos, adicto a la terquedad, leal como ninguno, maniático del fútbol; él sigue empeñado en destilar vitalidad, chispa y comicidad innata aunque su cuerpo ya no esté. Me enseña que los legados y las enseñanzas reales exceden lo efímero de aquello que llamamos vida terrenal. Por eso me niego a escribir esta historia en pasado. Los sicólogos hablarán de negación, yo prefiero decir que está al lado mío aunque no lo vea; como un río de humanidad intangible que revolotea en las entrañas de mi alma.

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