LORD LENIN
Lord
Lenin. Anti solemne intelectual de cafetín, fiel a la costumbre de revolcarse
por gusto propio en el lodo del imaginario popular, sin la capacidad de
resignar sabores propios. Hacedor de grandilocuencias frustradas en la vida
aunque muy efectivas en el papel. De una manera u otra, consciente o
inconscientemente, él sabe que la sentencia suena contradictoria pero no
encuentra otra forma de definirse. Sudor y lágrimas le significó asumirse como
tal; recursos negadores servían para desprenderse de ese primer mote, nombre de
pila que tanto lo incomodaba. Con el transcurso del tiempo pudo visualizar la
magnitud de esto que hasta ayer consideraba aberrante. Por más trampas al
solitario que se haga, por mayor que resulte el autoengaño, su mayor fetiche
radica en los deleites considerados prescindibles. Siempre pagándole la luz al
vecino o dándole de morfar al del carrito de los caballos; pero que nadie se
atreva a quitarle arbitrariamente las tablas, la música susurrando bajito o
aquella mesa de bar circundada de parias y botellas vacías acumulándose.
Seguridad y confort diario descansando en sueños de bohemia; esencia de una
historia indeleble, marca en el orillo de aquella vieja clase media onda “Suiza
de América” de la cual renegó y ya no reniega. No necesita jacuzzis, ni
perfumes importados, ni calzados relucientes; todo lo que quiere es sentir
ocasionalmente el viento de verano rozándole los cachetes, mientras el asado se
cocina a fuego lento y el espumoso líquido helado se desparrama sin ton ni son.
Se siente parte de esa rara especie que pretende cambiar el mundo desde la
guerra dialéctica del mostrador nocturno; en esas discusiones nace el idealismo
más noble, allí se gestan sus mayores sueños colectivos, las esperanzas de
igualdad, los deseos incontenibles de masacrar capitalistas, oligarcas,
burócratas de ocasión. Sin embargo, cuando la luna se esconde y empieza a
asomar el sol, como por arte de magia retorna la pequeñez mundana, carente de
existencialismo, dispuesta a seguir alimentando el engranaje voraz que lo rodea.
Allí el quid de la cuestión radica en la urgencia de los números que agobian, en
transitar sin más la cotidianeidad de este sinsentido con forma de redondez.
Algunas veces ni siquiera es capaz de cuestionarse el papelerío de oficina que
tanto aborreció hasta hace algunos años y que hoy es el sustento usual de sus
pasos veloces. Se borra de un plumazo el “¿para que corremos?” de los
maravillosos relatos utópicos que se dan cita los sábados en algún punto
solitario de la Ciudad Vieja. Reemplaza la siempre excelsa literatura
fantástica por un pragmatismo descarnado, el cual asume sin remordimientos ni
temores de doble moral. Es Batman y Bruno Díaz. Superman y Clark Kent. No se
considera un menjunje de opuestos, sino de complementarios imprescindibles, los
unos a los otros. Simultánea condición de Johnny Walker y Faisán rosado,
sincronía andante de jipismo valizero y comodidad piriapolense (nunca
puntaesteña). Hoy llegó el día de la aceptación, de no nadar más contra la corriente
que lo arrastra de los pelos hasta sumirlo en una especie de lago paradojal. La
imagen curvilínea del espejo le devuelve un fiel reflejo de cooperativismo aburguesado,
incapaz de perder con resignación, negado para ganar sin dignidad. Anónimo escritor
de sillón mullido, con menos vocación de heroísmo de la que le hubiese gustado
tener; siempre listo ante el pedido de auxilio de algún amigote desprolijo o
simples nómades desconocidos que atraviesan desahuciados la indiferente 18 de julio
en busca de un cacho de fraternidad .
© naturacontracultura 2012-2016
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