BORDAR LOS SUEÑOS
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Moldeamos, hilvanamos, esculpimos. Con cada torbellino de
ideas nos salvamos. Siempre en el límite del sinsentido, exacerbando los
sentidos. Vamos y venimos. Nos arrepentimos en cada palabra emanando coloridas
melodías de fuegos artesanales. Peleamos con garabatos neuróticos el hartazgo
de la monocorde cotidianeidad y así corremos frenéticos en el medio de la nada
sin renunciar a la posibilidad de que un algo escondido se presente
deslumbrante ante el fulgor intacto de nuestros ojos. La capacidad de asombro
obstinada nos perpetúa en el tiempo aunque los cuerpos finalmente yazcan en
hogares de madera inanimada. Estamos perdidos en una cápsula de sueños
conscientes y utopías dulcemente amargas que nos desnortean, perdiéndonos aún
más en la inconmensurabilidad de estas entrañas inquietas. Aborrecemos lo vulgarmente común, el sendero
correcto, las rutas que metódicamente conducen a Roma; idolatramos las
cuestiones, el porqué, cómo, cuándo, la obsesión de la quinta pata del gato
atesorando el detalle cuasi paranoico de una mujer triste que se sienta a
nuestro lado en el 116. Románticos aduladores de ese pasado al que muchos
golpean sistemáticamente, reciclamos los
libros de la antiguedad, estamos literal y metafóricamente mareados entre
manjares de verbos y laboratorios de hojas reinventadas. Tendemos
irremediablemente a la adjetivación típica de la desmesura porque necesitamos
más. Golosos, glotones, adictos a la aventura de nuestro dios lenguaje, en
busca de la vitalidad ausente como si fuese aguja en un pajar. Creemos fervientemente en la reescritura de
los manuscritos sagrados que nos aleja del cliché perseverante, sin jactancias
de elegidos, con originalidades latentes. Profanando lo divino interpelamos las
legítimas instituciones de lo preestablecido mientras el porfiado tedio vigila
sin cesar. Descuajeringamos juntos y en Plural gracias a la soledad compartida, convencidos de una pertenencia rabiosa a esta fauna letrada de lunáticos anónimos.
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