CANTO A LA DESMESURA

        
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Unos pasean en ella como turistas cegados por la novedad, otros caen de imprevisto y cuando se percatan del riesgo inminente escapan con premura hacia la tranquilidad del mar sereno, inmóvil, siempre un calco de ayer y de mañana. Hay quienes la condenan o desprecian sin conocerla a fondo, aprovechándose de esa mala fama forjada durante siglos de construcción cultural arbitraria. Aduladores de una falsa paz con hedor a mortandad, zoquetes de la quietud,  sumisos ante el designio sagrado de la aldea global lanzan epítetos contra esta guerrera de mil efluvios; todos parsimoniosamente metódicos tras el objetivo de convertir a esta señora de nueve letras en estigma, feas maneras, satánica estridencia. Unos poquísimos especímenes ajenos a la mimesis deciden perpetuarse en esta maltratada profesión que consiste en saltar del negro al blanco, del blanco al negro y cien mil viceversas mutantes escurriéndose de los rótulos. Hablamos de gente extraña que goza el triple y padece el cuádruple, inadaptados a las bondades de esta mediocridad dorada que nos hace respirar sin sobresaltos, latir parejo, caminar recto. Esenciales kamikazes bailando sobre el delgadísimo hilo de la incertidumbre atentando contra la chatura del cotidiano; como si la vida se tratase de una eterna excepción que ironiza a costillas de la regla. El mundo parece detenerse allí, en esa bravía línea de volatilidad que hoy si y mañana no; “Lucifer nos libre de que la costumbre extravié el sabor” rezan poseídos los sometidos al ostracismo, al oprobio, a los malevolentes ríos de fuego donde reposará por siempre la tiranía risueña; solo quieren prolongarse en lo disímil, quebrar la insoportablemente leve continuidad de la cadena, conocer en detalle miserias y tesoros producidos por este tambaleante recorrido que tal vez desemboca en algún lado…o tal vez no; ¿cederá lo efímero ante lo permanente? ¿Extraordinario será mañana vulgar?  Se quedarán a pernoctar a la intemperie haciendo caso omiso a los llamamientos que brotan de la llanura. O serán amansados por aquella meseta exenta de temblores en la que todo funciona coherentemente, organizadamente, prolijamente, inmaculadamente. Allí donde después de los pañales viene el jardín, la escuela, el liceo, la universidad, el porro, la novia, la iglesia, el cura, los juramentos en vano, el laburo, la afeitada diaria, los hijos deseados y los impuestos por simbolismos disfrazados de medulares, imprescindibles o impostergables. La huida de la plenitud, la vejez, la decrepitud y finalmente la mortaja; un cajón sin sobresaltos, manso y reparador, protegido para siempre de los signos vitales, a salvo por fin de esta testaruda desmesura.   
                                                                       @naturacontracultura 2012-2019

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