LA TENACIDAD DEL NIÑO

      
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“Tiene lo mejor de ambos mundos”
 piensa él en su infinita perspicacia, esa que suele atribuírsele a las damas pero de la que es poseedor desde que jugaba con la pelota de trapo y los fuertes de indios contra vaqueros. La vastísima sed imaginativa de ese hombre hiperactivo y su obsesión persistente respecto a la mujer en cuestión lo sumergen en un mar de conjeturas con aparentes certezas Deduce que aquel peinado glamorosamente grotesco es un paralelismo de su carácter; te cae de maravillas o como la mona pero siempre ajena a los sentimientos de indiferencia tal como prefiere su Ego de fémme fatale. La odias o la amas, la tomas o la dejas, la aceptas en su desapego a conciencia y su desdén natural o arrancas por la punta. Èl eligió hace rato; prefiere agarrar viaje, jugar, arriesgar, apostar; hablar solo durante mil jornadas en ese chat pedorro, fiel a su tesitura de porfiado inexcusable que cree ciegamente en sus capacidades de loco suelto. ¿Un demente escribiente con una “saico”? se cuestiona aún inmerso en las profundidades del elixir creativo y la respuesta afirmativa brota como desde el más allá; rotunda, tajante, sin apelaciones. Paola sigue conectada pero desconectada, con el circulito verde invariable y al mismo tiempo evaporada de la inmensidad cibernauta, como ella prefiere; viviendo en el más acá, en la cercanía, en la proximidad de la interacción piel con piel, en la calidez de las miradas libres de vidrios que falsean y toda una amplísima gama de argumentos que seguramente podría sacar de su galera instintivamente analítica. Es una paradoja tiernamente rocanrolera, sensual sin proponérselo, una en un millón, desconfíada de las mayorías, minoritaria por naturaleza, siempre buscando sentidos comúnes en el menos común de los sentidos y él puede notar todo eso a pesar de nunca haberla mirado a los ojos sin una pantalla que ejerza de intermediaria; gracias a su masculinidad raramente intuitiva escarba, adivina y hasta algunas veces pira en colores. Poco a poco, como quien no quiere la cosa la conversación camina, anda, cursa, fluye y se desarrolla por vías poco frecuentes, típicas de almas bizarras despojadas del mundo exterior. Con vocablos esporádicos y diferidos, piropos con aroma a libidinosidad, espeluznante irse por las ramas; todo muy inusual,  anti modales, todo en sintonía subversiva como le nace a ese tipejo de cicatrices hondas y vivacidad inagotable. “Así no vas a levantar ni tierra del piso” le dice un amigo de esos que baten la justa aunque duela; sin embargo, como no podía ser de otra manera, él insiste en su desatino, su falta de filtro, su labia descortés made in “me cago en la elegancia” y un día aquel aparente suicidio dialéctico se transforma en gloria inesperada, guitarras bluseras en antro de mala muerte, cerveza frapè frapè e intercambios llenos de risotadas; por fin los ojos sin cristales tecnológicos en el medio, el idioma de la gestualidad siendo parte, las palabras honrando a las palabras; directas, llenas de repentización, sin tiempos para organizar una pormenorizada estrategia virtual . Todo en modo desvarío, lejísimos de la caballerosidad inglesa, espantando a los clichés romanticones. Segundo a segundo, se intercala con naturalidad la aspiración a lo trascendental con el boludeo crónico, como si las estructuras  se hubiesen desvanecido ante el encuentro de aquellos dos cuerpos hechos anarquías. Durante aquella velada de ensoñaciones conscientes resuenan mil conceptos altisonantes: constructos, cultura, naturaleza, Unamuno, mortalidad, dios, Dios, ateos, cristianos, inquisición, Capusotto, Micky Vainilla, Redondos, teoría de los sueños, Chomsky, lenguaje, lenguaje y mil veces lenguaje como rezaba Derrida. Juegan las manos, se traban los dedos, se empapan los labios con saliva ajena, enjambre de ropas caídas, calzados desperdigados en un improvisado campo de batalla, descargas catárticas y sementales que aún lo electrifican. Una prosa descarnada que por fin encaja y finiquita el codiciado puzle. Corrido el velo pero no resuelto el enigma, aplacadas las neuronas viajeras que ya no necesitan proyectar. Veinteañera altiva de carne y hueso, tan exquisitamente tangible como atestiguan los cinco sentidos procaces de un travieso niño longevo.  
                                                                              
                                                                    @naturacontracultura 2012-2019       

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