MUSAS INSPIRADORAS



 
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La hoja permanece en blanco. Una sosa quietud, aliada de lo inmutable, le impide a la tinta negra esparcirse a través de esta tediosa pantalla color leche; percibo que todavía existe un pequeño espacio en los recovecos de mis neuronas para que la brisa fresca de la poética, no aristotélica, penetre hasta los huesos, pero la tan temida Nada me copta las sienes y, peor aún, las inquietudes de lo sensitivo. Ese tan sagrado amor de juventud me rechaza cual dama esquiva, escupiéndome como si yo fuese el peor de los chanta “pufi”, sin siquiera darme la oportunidad de invitarla con una birra bien fría. No es la primera vez que me dejan a pata estas Muy Turras y sé a ciencia cierta que uno de sus rasgos principales es la incapacidad de ser incondicionales con mi goloso niño interior; ese imberbe que de tanto venerarlas las espanta. Pero qué voy a poder seducirlas si el circulo vicioso de la frustración letrada se agranda y se repite, una y otra vez, sin parar, como si yo solo fuese un desierto impotente que ruega por una gota de lluvia ante un sol que rompe los ojos. Falta lo abarcativo del sinónimo, las bellezas utilitarias de una letanía sin final , la modestísima petulancia de aquel oxímoron endemoniado, pero más que nada falta chispa chisposa, de esa que no se compra en la farmacia, imprescindible para salir de levante con la barra de los alborotados pájaros libres. Cada cinco vocablos la trama vuelve a foja cero, como la del principiante obsecado que deambula en el anodino lago de la falta de asociación, de las ideas inconexas, de una celda con aislamiento permanente en el Guantánamo de la escasez creativa. ¿Será esto obra y gracia de la panzada académica que me estoy pegando? ¿Estará escondida la causa de todos los males en la sobredosis sociológica de Bourdieu, en el fanatismo Adorniano o en el adorable Bajtin, tan juicioso como humilde en su saber? ¿Se me estará atrofiando el motor autodidacta con tanta dialéctica de la ilustración? Todo es duda, “solo sé que no sé nada” dijo el helénico barbudo y estas putas letras no salen, no revolotean el estómago, ni me electrifican el cuerpo antes de llegar a la azotea y de tanto teorizar no vuelo; durante el auge del colapso imaginativo añoro lejanísimos días de vagancia extrema. “Para divagar hay que tener tiempo de ocio” me espetaba la pulposa Lorena en días grises de marzo entre whisky y whisky; siempre tan sensual y realista en su convencido aire sentencioso. Tic tac, tic tac, tic tac, el tiempo a paso de hombre, casi detenido en sus aburridas agujas anti novelescas, inmune a mis deseos, naufragando por las sendas del reloj cucú que decora la casa paterna en Villa Española y yo volviéndome a preguntar qué dirían los formalistas rusos de esta transgresión imperdonable, de cagarme en el lenguaje de la alta cultura mediante un ejército insurrecto de frases sueltas y pasarme el extrañamiento por donde no me da el sol. No coordino, refunfuño y pataleo como cualquier hijo de vecino que garabatea sin esperar nada a cambio, con la esperanza de que Las Musas Inspiradoras vuelvan algún día y terminen de una vez con esta sequía literaria de vieja escuela; aunque sea a los ponchazos, sin lujuriosas expresiones para el recuerdo y con un montón de metáforas desperdigadas, desconectadas entre sí, como ráfagas exuberantes de un tornado que se vislumbre liberador.    
                                                                                   
                                                                            @naturacontracultura 2012-2019





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