CONFESIONES DEL SER VENDEPATRIA

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          No puedo evitar inicios furiosos e intempestivos cuando escucho al leguleyo moral y cívico mentir con descaro implícito acerca de las virtudes inherentes al ser uruguayo: oh nosotros, bendecidos orientales que sabemos ser tolerantes, respetuosos de la ley, solidarios, sobrios y por sobre todas las cosas humildes. Ese adjetivo que hemos deformado a lo largo del tiempo y del que han sacado provecho los menos humildes de la cuadra.

         Debo admitir abiertamente que he formado parte de este mayoritario grupúsculo de fariseos y tartufos que hoy me provoca urticaria; una patología a la que mi organismo nervioso tiene una tendencia crónica. Hagamos un asterisco y llamémosle urticaria (despojados de cualquier tecnicismo médico) a esos horribles bultitos que salen en la piel y te hacen rascarte hasta doler, pero por más llenos de pus que estén se quedan muy cortos al lado de la falacia puritana rezada a diario por los apólogos de la doctrina como el Uruguay no hay.

¿Puede cualquiera de nosotros atribuirse un sello arbitrario o jactarse de ser o no ser tal o cual cosa? ¿Es el dilema shakesperiano  el quid de nuestra cuestión o le estamos errando al bizcochazo desde tiempos inmemoriales? ¿Alguien es por pura pretensión individual, por tradición colectivamente arraigada o por una mixtura bien cocinada de ambas? ¿Alguien es  o no es univoca e indefectiblemente? Conviene abrir paréntesis y afirmar que, a pesar de tanta interrogante, este engendro de pasquín anda lejos de la filosofía esencialista y se reduce al exabrupto que te revienta las venas en el instante menos pensado. Cerrados tan engorrosos paréntesis, vuelvo y pregunto: ¿Se trata de ser o de desesperados intentos por no querer ser?  

En mi caso particular, debo decir (nobleza obliga) sin miedo al escarnio público que durante algunos lapsos de mi vida me he afiliado con inconsciencia adolescente y credulidad fervorosa a los resabios de ciertas doctrinas aparentemente ideológicas y fácticamente religiosas que nos secuestran el pensamiento desde imberbes; son incontables las veces que he caído en el eso no se hace, eso no se dice, eso no se toca o en el de esta agua no he de beber y sin embargo….y sin embargo...acá estamos; delirando por escrito y sin careta.

Pero volvamos a lo que vinimos y no le saquemos el culito a la jeringa. ¿Soy bueno o soy malo? ¿Juego para el equipo del celeste cielo o pateo para el lado del apátrida infernal? Me costaría demasiado mandarme preso con rótulos definitivos porque si bien muchas veces he presumido de ser tal o cual cosa, nunca he sabido a ciencia cierta lo que soy en realidad. Jamás de los jamases he logrado asociarme regularmente con la institución caritativa del  Bien pero tampoco he conseguido pagar la cuota mensual en el club nocturno del Mal He sido ambas y ninguna, sol y luna, relatividad y absolutismo trenzados en una batalla tan inútil como apasionantemente vital. Tampoco soy tímido ni locuaz porque a veces emano desparpajo y otras me pongo rojo como un tomate.

Lo único que podría decir a casi cuarenta años de caído en este limbo paradojal es que nunca fui yo solo, sino que fui en base a lo que otros y otras inspiraron, despertaron, potenciaron o aletargaron en mis entrañas; muy a pesar de mi patético orgullo liberal, tal vez en gran parte yo sea lo que otros quieren que sea. Fui peor o mejor, víctima o victimario, ternura empalagosa o corazón de piedra, serio o risueño de acuerdo a lo que me ha devuelto la multitud de interlocutores ocasionales que, por fortuna, exceden geografías y banderas.

Hombres, mujeres, niños, gatos, perros, alguna que otra serpiente, paisajes agrestes, goles, melodías, pantallas a distancia, tablas de multiplicar, olores, tactos, sabores, miradas, fetichisimos varios; todos ingredientes que han aportado un granito de arena para constituir a este ser que no es y que va mucho más allá de un mito llamado Artigas. Y esta convicción de encantamiento y desencantamiento, llanura y montaña, transparencia y tinieblas es lo único inamovible que van a poder encontrar aunque rasqueteen hasta el final. ¿Y las certidumbres? Desvanecidas por el camino gracias a tanta retroalimentación, acción-reacción, tuyas y mías; todo por vivir concatenado  a las formas desproporcionadas de artistas, metalúrgicos y pelagatos que fortalecen, alteran o ponen en tela de juicio el andar de mi tan peculiar organismo.

¿Todo este menjunje cancela tu individualidad e incitativa? Preguntará retóricamente y con tonito beligerante algún papa frita de esos que vociferan con extremismo necio: o sea que si a vos uno te quiere apuñalar, vos reaccionas saliendo a cortar yugulares. Yo contestaré que más allá de que los otros sean en mí y yo sea en los otros; todos y todas, al menos durante estas pocas líneas, retumban exclusivamente en este cuerpo, en esta mente, en esta alma, en esta escala de valores desvalidos, en estas palabras que no son ni las de Don José, ni las del Negro Jefe, ni las del mate amargo. Que son jodidamente mías e intransferibles.

Por ende, arribando al final de esta perorata infértil estoy en condiciones de afirmar (no sin antes dudar un cacho) que solo las vibraciones que fluyen entre el universo  y quien les habla determinarán si vale la pena ser respetuoso o irrespetuoso del código civil, tolerante o intolerante, solidario o egoísta, sobrio o desmedido, humilde o pedante, nacional o internacional. Ningún servil adorador de la castidad patriota podrá apropiarse de mis instintos, circunstancias e impronta vehemente; vehemente en el amor y en el desamor, en el y en el no, en la pelea y en la reconciliación.   

Ningún fiel escudero del chauvinismo oriental impedirá que goce más con Federer que con Lucho Suarez, que entre en trance con el genial Spinetta y me duerma con el edulcorado NTVG o que una noche de gloria solitaria se me ocurra viajarla con el diabólico Ferdinand Celine y no con el pontificado Benedetti. Son las fascinantes conexiones (o desconexiones) cósmicas  las que eventualmente dictaminarán como, cuando y donde, las que aprobarán gustosas o rechazarán de plano, las que elegirán cortesía, vulgaridad o indiferencia ; sean ellas uruguayas, japonesas o del Congo belga.       

                                                      @naturacontracultura 2012-2021

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