EN SEGUNDA PERSONA

Fiel amigo. Infiel amante. Cajita de sorpresas que resuena, una y otra vez, en la tempestad de la vorágine. Paradoja nacida en los 80; cuando ante las latentes secuelas de la censura empezaste a moldear tu molesto aire libertario. Llanto recién nacido e inesperado de una época sangrienta; proveniente de un amor que perdura y es a prueba de balas. Te negaste a programar, a ceder, a tranzar. Sentimiento que truena. Boca que no calla. Pensamiento que atormenta. Constante elaboración; hacer y deshacer en una frenética ruleta rusa. Siempre inacabado, dispuesto a enfrentar el golpe que se viene o el instante tan mágico como efímero. Mamaste ideología, te aferraste a lo que entendiste por libertad, surfeaste salvajes olas de principismo. Todo lo terminaste transformando en esta anárquica ensalada de letras llenas de irá, aunque no menos de alegría contenida. Sobran condimentos. Tanto picante desequilibra dijiste. Te sometiste al autoconocimiento. Juraste que querías control y luego lo desechaste. Diste rienda suelta a lo instintivo. No te reprimiste y quizá debiste. Idea gritada, palabra pensada. Contradicción permanente. Exceso que quiere ser sueño. Atractiva oscuridad. Codiciada claridad. Fuiste lo que quisiste. Sos lo que querés. Serás lo que…serás. Combativa mirada. Lengua filosa. Locuacidad escrita. Hablar intermitente. Cerveza de medianoche empapando un rock desmesurado, una melodía triste o un Sabina gastado. Retina impregnada con andar de minifalda sugestiva hasta la obscenidad. Piel de fémina encargada de despertar el adormecido sentido del olfato. La misma piel que te pierde, te obnubila, te duele, te despabila. Brecht hace aflorar el animal social. Fromm descubre tu sensibilidad. Cortazar incita a volar. Melville a patinar. La cercanía con el actor te hizo creer que era verdad, puso tu piel de pollo,  te convirtió en un fiel devoto de aquel teatro criollo. Aceptaste el aprendizaje académico. Privilegiaste la inquietud del autodidacta. Fundamentalista del Jamás y el Siempre decidiste saltearte el Quizás. Conociste el barro, te revolviste entre sus mieles amargas. Te regodeaste del mostrador, el código, la lealtad en carne viva. Azúcar sí, no sacarina. Le hiciste escrache a la apariencia. Reivindicaste lo natural con vehemencia. Caíste lentamente en la desproporción tan temida. Narcisista irremediable. Jactancia de tus virtudes. Pasión por tus defectos. Inabarcable paleta de colores que no conoce de grises. Mutaste, mutaste. Seguís mutando; oscilando entre la terquedad del autosuficiente y la vulnerabilidad del que no le teme a la condición humana. Simplemente Alter Ego. Otro “YO”. Mejor dicho INCONSCIENTE, como para hacerle honor a este narrador que presume ser tu dueño.

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