NOSTALGIA DE ROMÁN



Sos vos otra vez. La cordillera te relojea desde el cielo y no da crédito; Testigo privilegiada de la épica, producto de tu deseo obnubilado. Yo también te miro sin salir de mi asombro. Te veo con 34 pirulos sobre el lomo corriendo cuando faltan 15 y ya no podés. Vos sabés que no podés pero querés. Querés. Querés tanto que cuando las piernas ya no le dan corte a tu intelecto genial resoplas de fastidio. Y te enojas con tus compañeros, con el técnico, con vos mismo. No podés y seguís. Seguís a pesar de la carrera ya hecha. De tus dólares en el banco. Seguís a pesar de los contras de siempre. Ellos te estimulan, te engrandecen, te ennoblecen. Hacen despertar esa fibra íntima. Indombale. Esa que nos imposibilita perder la capacidad de asombro; sabes que atrás de ese codiciado pedazó de material vacío llamado Copa existe algo que perdura; LA INMORTALIDAD. Recrudecen los dolores. Aflora tu respiración entrecortada. Manos en la cintura. El de negro se apiada de tu plegaria silenciosa. Ahora sí. El espíritu amateur desborda tus rodillas mal heridas. Entonces vuelvo a mirarte. Estás levantando los brazos. Las medias bajas. Buscas aire donde no lo hay Y pienso que ya nada importa. NO importa el Corinthians, ni la enésima final, ni la séptima Libertadores; solo importa el legado eterno que conmueve. Excede 90 minutos. Traspasa las fronteras imaginarias que separan el televisor de casa del Estadio Nacional de Santiago.

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