LADREN SANCHOS

De
Quien me tilde de pragmático estará pasado de copas. Quien me diga idealista perdido está en lo cierto y se nota. Quien me acuse de hipócrita me desconoce bastante. Aquel que grite atorrante; es de la verdad fiel militante. Quien manifieste malestar por la filosofía bohemia, es un lineal de la vida, esos solo calculan y jamás sueñan. Quien se sienta tocado por mi carácter chocante, tienen motivos de sobra, pero a llorar a otra parte. Quien se atreva a hundirse en profundidades extremas, sepan no hay color de rosa, pero igual vale la pena. Quien se queje a menudo del tono de voz elevado, es la firmeza que brota desde los cuatro costados. Quien patalee por esta falta de manualidad será recompensado con papeles regados de Doña Creatividad. Quien pregone el ser cortés ante nada, retrucaré que la valentía es antes y convierte al resto en pavada  Nadie podrá decir canalla, desleal, cagador; aunque si podrán retobarse, por ese siempre patente… y ocasional mal humor. Con rebeldía, sin amnistía. Sin pacatería, con osadía. Intolerante e itinerante. Escéptico y ecléctico tendrán que aceptarme, de lo contrario habrán de rajarme. Soberbio podrán gritar y quizá no estén  errados, pasa que tanta ironía te pasa pal otro lado. Y al que pregunte anonadado “¿Por qué no cambias hermano?” le voy a espetar sin duda “Esencia mi viejo. Tomalo o dejalo”.

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https://thinkpsicologia.com/                  Todos preferimos pantallas antes que caras. No nos interesa jugar a las adivinanzas con ese ser ignoto de carne y hueso que tenemos frente a nuestras narices en ese ómnibus mal ventilado porque decimos ser modernos cuando en verdad somos estúpidos. ¿Es posible encontrar vocación más transgresora que la de mirar a la gente a los ojos y sin parpadear hasta rozar el atrevimiento y la intimidación implícita? Nunca lo sabremos porque preferimos hacer sudar y repiquetear los dedos contra unos botoncitos táctiles y adictivos. Mejor mantenernos inconmovibles con nuestras cabezas gachas antes que levantarlas con descaro para descubrir lo velado, antes que ponernos cara a cara y jugar al riesgo intuitivo, a sacar fichas, a las primeras impresiones, a rascar, rascar y rascar más allá de trajes y vestidos para así averiguar lo inaudito. Podríamos, quizás, imbuirnos enteramente en el volátil divertimento de la retroalimentación con gestualidades y
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