LA GRATITUD QUE LO CONDENA
El Maestro Tabárez no es uno más en la asqueante selva futbolera en la que nos toca habitar. Es distinto. Especial. Único quizá. Suele despegarse de la medianía que reina en este medio de hipócritas y ventajeros. Mesurado a la hora de la victoria. Aguerrido a la hora de la derrota. Palabra mansa pero firme; conceptual y clarificadora. Cree en la persuasión, desecha el autoritarismo y la tan mentada “mano dura”. Afirma con vehemencia sus bases desde la lealtad inquebrantable hacia los suyos. Así se gana el respeto de los “alumnos” de turno. Sin discursos altisonantes. Con la contundencia de sus actos. Este grupo de jugadores que representa a la selección uruguaya le ha manifestado su respaldo en la cancha. Donde dicen que se ven los pingos. Incluso en épocas de vacas flacas, cuando los sabios “Doctores” de la redonda le vaticinaban pronta fecha de vencimiento a su trabajo como DT de la celeste. Allí estuvieron los Arévalo Ríos, los Ruso Pérez y tantos más para bancar la parada del capitán del barco. Así fue sorteando escollos que oscilaron entre rastreras campañas de prensa y viles serruchos de algunos colegas que no saben de que se trata la palabra ética. Clasificamos raspando. Pero clasificamos. Auguraron que este grupo de gente, que resalta a fuego la palabra compromiso, iba a pasear a Sudáfrica y, una vez más, volvieron a pifiar en el pronóstico. Expertos en subirse a todos los carros habidos y por haber, se subieron al de un cuarto puesto mundialista que ni el más optimista había soñado. Después la Copa América consagratoria en casa ajena. Arranque soñado en las eliminatorias.
Hoy, terminado el año calendario del torneo clasificatorio a Brasil 2014, estamos quintos. Volvimos a la curva descendente y las feas derrotas con Argentina y Bolvia despiertan a las voces de los oportunistas; aquellas que tuvieron que callar durante más de dos años de éxitos constantes y sonantes. Le piden recambio. Que hay jugadores que ya no tienen más cuerda. Que Forlán, que Lugano, que Magoya. Que Abreu va a cebar mate. Lo que antes era la fortaleza del grupo humano, hoy es la razón de todos los males. Le reclaman a gritos que se deshaga de los tipos que se jugaron el pellejo por él cuando las papas quemaban y el barco se hundía. Es probable que a alguno le haya pasado el cuarto de hora y el porfiado paso del tiempo esté pasando las facturas correspondientes. Sin embargo, a Tabárez esa idea lo atormenta. Tan poderoso es el vínculo que los une. Tanta alegría, tanta tristeza. Tanto camino recorrido. Excede el Estadio Centenario, el fútbol, el deporte. Inconmensurable agradecimiento que le impide siquiera imaginarse esta nueva odisea sin alguno de ellos; aunque eso le cueste tener que abandonar su lugar de trabajo y darle el gusto a sus eternos y oxidados detractores. Llegó la encrucijada tan temida en que mente y corazón van por distintos carriles. ¿Cómo asumir que aquellos compañeros de tanta gesta y proeza ya no son estos? ¿Cómo despojarse por completo del "bobo" que bombea a mil y tomar decisiones con frialdad extrema? Bien nacido y dueño de una memoria a prueba de balas, el Maestro sabe que la gratitud puede ser su condena. Asume las consecuencias y sigue dando cátedra; en el acierto y sobre todo en el error.
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