SER O NO SER



Contempló la armonía de su cuerpo. El deseo lo invadió. La paradoja de lo puro y lo impuro se instaló en el inabarcable abanico de colores que recorre la mente humana, siempre indescifrable. Ella devolvió la mirada. Ardió por dentro. Simuló indiferencia. La libido imploró en vano. La mojigatería, terca e impenetrable, hizo oídos sordos. Así el instinto, ya resignado, se ahogó, poco a poco, en la poderosa estructura del exceso racional...

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